Si hay algo que ha demostrado la ciencia ficción, es su gran capacidad para anticipar el futuro…
Más curioso aún será conocer las cintas que se concreten tras la pandemia. No con premisas que de momento lucen improbables, como es el caso de Doce monos (1995) y su viaje temporal para evitar la propagación de un virus, sino aquellas con bases científicas bien establecidas y que han dado saltos importantes al mundo real durante la que ha sido etiquetada por la ONU como la peor crisis desde la II Guerra Mundial.
A continuación las películas que podrían hacerse realidad tras la pandemia.
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Algunos de los
países más afectados por el COVID-19 optaron casi inmediatamente por dar
asilo a las personas sin hogar para favorecer sus respectivas
cuarentenas y evitar una mayor propagación del virus. No ha sido el caso
de los Estados Unidos, donde muchos de los lugares en los que reciben
comida y cobijo cerraron por falta de comida y/o personal. Esto ha
provocado que el propio gobernador de California, Gavin Newson, estime
que al menos 60,000 indigentes puedan ser infectados. Si a esto sumamos
que los servicios de salud en el país de las barras y las estrellas
suelen ser excesivamente costosos para aquellos que no cuentan con
seguridad social o un servicio médico, no sorprende que el coronavirus
deje de ser considerada una enfermedad que afecta por rangos de edad,
sino conforme a la posición social. Hay quienes se preguntan cómo
afectarán estas mismas políticas durante la eventual distribución de
curas o vacunas, incógnita que remite directamente a Elysium (2013), que
muestra tecnología médica capaz de curar cualquier tipo de enfermedad,
regenerar miembros y órganos, y revertir el proceso de envejecimiento,
pero que sólo está disponible para las élites que pueden darse el lujo
de costear el complejo hábitat espacial que da título al filme, y que se
olvida de las masas relegadas en una Tierra devastada.
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Minority Report
(2002), adaptación a la obra de Philip K. Dick, gira alrededor de un
polémico programa que juzga los crímenes violentos antes de que estos
puedan concretarse, pero su verdadera valía para la ciencia ficción
radica en su tecnología de identificación ocular que permite la
publicidad personalizada, pero que también garantiza un estado de
vigilancia perpetuo. El internet y los celulares han contribuido a que
estos avances sean cada vez más cercanos a la realidad, pero la lucha
contra el coronavirus podría representar un paso decisivo ante los
recientes esfuerzos de gigantes como Apple y Google por crear alertas
que detecten dónde y con quién hemos estado para notificar en caso de
posible contagio. La polémica radica en que estos avances no estarían
disponibles en simples aplicaciones de descarga opcional, sino en las
actualizaciones de los sistemas operativos, lo que implicaría una
presencia obligatoria. Este desarrollo ha sido objeto de polémica al
considerarse un posible atentado contra la privacidad de los usuarios,
con los gobiernos como sus principales beneficiados, pues se estima que
las autoridades de cada país tendrán que decidir el nivel de intrusión
de los equipos. Se teme que esta vigilancia extrema resulte en una de
tantas ficciones distópicas plasmadas en la literatura y el cine a lo
largo de la historia, siendo 1984 (1984) la más famosa y perturbadora de
todas con el Gran Hermano pendiente de hasta el más mínimo movimiento
de una sociedad que controla a toda costa.
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Animal Crossing
se ha convertido en uno de los juegos más populares durante la
cuarentena, tanto por el escapismo que representa, como por la sensación
de que se puede llevar una vida relativamente normal mientras se está
conectado. Esto con la construcción de auténticas vidas alternas
asentadas a partir de distintas actividades y escenarios, las cuales han
desembocado en una nueva forma de socialización que ahora incluye
amistades y amores online, algunos de los cuales han terminado en bodas
digitales. Estos ciberespacios han sido explorados por títulos como Tron
(1982), Matrix (1999) o El piso 13 (1999), siendo Ready Player One
(2018) el más cercano al panorama actual ante la obsesión provocada por
OASIS, un mundo virtual que se ha tornado adictivo gracias a su
combinación de aventura, nostalgia y la posibilidad de ser alguien
completamente diferente mediante la elección del avatar. Los personajes
de esta adaptación enfrentaron una auténtica odisea para entender el
valor de la realidad, una reflexión que luce cada vez más lejana en la
actualidad.
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Los estudiosos
del comportamiento humano frente a la tecnología siempre han mostrado
gran interés en las razones por las que interactuamos de cierta manera
ante las máquinas, en reacciones que van del enojo a la camaradería.
Aunque de momento no hay datos concretos, se piensa que los distintos
asistentes virtuales han aumentado su valía durante la reciente
cuarentena al resolver toda clase de dudas de los usuarios, pero también
para la realización de actividades que se han tornado virales en redes
sociales. Se estima que su uso se ha disparado entre aquellas personas
que viven solas y no tienen con quien socializar durante buena parte del
día, lo que invariablemente recuerda a Ella (2013), con una humanidad
tan aislada que puede entenderse más fácilmente con sistemas operativos
que con otras personas. En España, el miedo a la soledad y la falta de
contacto humano hizo que algunas personas contrataran prostitutas como
compañía durante la cuarentena a un precio más reducido, no sólo para
satisfacer necesidades sexuales, sino para tener alguien con quien estar
durante el encierro. Estas situaciones sin precedentes podrían impulsar
el campo de la robótica para la creación de acompañantes cada vez más
humanos como los vistos en Inteligencia artificial (2001), construidos
para satisfacer toda clase de vacíos que iban desde los carnales con
Gigolo Joe a los emocionales con David.
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Una de las
mayores preocupaciones durante la pandemia ha sido el contagio de
médicos, enfermeras y demás personal del sector salud que, además de
reducir el número de implicados en la lucha contra el virus, incrementan
el número de enfermos y los riesgos de propagación. En un esfuerzo por
reducir los contactos innecesarios, las autoridades chinas e italianas
implementaron el uso de robots para distintas tareas como la realización
de ultrasonidos, extracción de muestras orales o el monitoreo cardíaco.
La ciencia ficción ha especulado sobre los avances médicos en filmes
como Prometeo (2012) y El juego de Ender (2013), pero ningún avance tan
encantador como Baymax de Grandes héroes (2014), capaz de sanar toda
clase de heridas físicas y emocionales, lo que evidentemente incluye
estrés postraumático. A esto sumemos las máquinas de servicio como las
vistas en Yo, robot (2004) y Un amigo para Frank (2012), que habrían
sido de gran utilidad para reducir el número de infectados en asilos.
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Se piensa
erróneamente que el COVID-19 sólo afecta a las personas de edad
avanzada, cuando lo cierto es que también es sumamente peligroso para
todos aquellos con patologías previas. La genética podría representar un
combate directo contra este y muchos otros virus que aquejen a la
humanidad en un futuro, con una manipulación anterior a la concepción
para evitar problemas cardíacos, diabetes o algunos tipos de cánceres de
un modo similar a lo sucedido en Gattaca (1997). Irónicamente, esto
podría detonar un problema similar al visto en esta misma película o en
las múltiples adaptaciones de Un mundo feliz: el surgimiento de nuevas
clases sociales con personas genéticamente superiores y mejor adaptadas
para el mundo, contra todas aquellas ordinarias y con mayor riesgo de
contagios. La pandemia ha ofrecido un pequeño adelanto de cómo sería
esta realidad, con las autoridades coreanas aumentando las restricciones
de todos aquellos con una mínima posibilidad de infección y las
españolas considerando un pasaporte serológico que conceda mayores
libertades a quienes han desarrollado anticuerpos tras pasar por la
enfermedad.
2
Aunque el
coronavirus puede complicarse en personas de cualquier edad, las
estadísticas indican que el riesgo de deceso aumenta paulatinamente a
partir de los 40 años. Esto provocó que países como Italia enfrentaran
la sobresaturación de los sistemas de salud y la implementación de
medicina de guerra, donde aquellas personas con una esperanza de vida
reducida, ya sea por patologías previas o edad avanzada, ya no pudieran
recibir tratamiento hospitalario. Más polémico fue el caso del
vicegobernador texano Dan Patrick que, con 70 años recién cumplidos,
invitara a la vuelta al trabajo y la normalidad para evitar el
sacrificio de la economía y el país. Esto ha provocado que el incremento
en la esperanza de vida sea cada vez más cuestionado por sus
detractores, muchos de los cuales lo consideran un gasto excesivo para
las finanzas públicas y un desgaste peligroso para un mundo
sobrepoblado. Esta misma situación sirvió como punto de partida para
Logan’s Run (1976), donde los habitantes viven en un mundo virtualmente
perfecto, al menos hasta que alcanzan los 30 años, límite de edad
permitido por las autoridades, que les asesinan para facilitar la
llegada de las nuevas generaciones y así reducir al mínimo los riesgos
propios de la sobrepoblación.
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Los países del
mundo han tomado distintas medidas para afrontar la pandemia, pero todos
han coincidido en que la mejor manera de reducir los contagios es con
cuarentenas que minimicen el contacto de la gente. Quizá la película que
mejor ha abordado el distanciamiento en los últimos años sea Identidad
sustituta (2009), al desarrollarse en un futuro donde la gente vive
aislada en su hogar y sin necesidad de salir de casa, ya que todas las
interacciones con el mundo real se realizan con el uso de robots
conectados a las mentes de sus usuarios, preservando la apariencia de
estos, pero de una manera idealizada. Esta situación resulta en una
serie de debates que van de la infidelidad a la violencia, con los
personajes preguntándose si alguien puede ser considerado adultero o
asesino si opera en una falsa realidad. El distanciamiento social fue
llevado al extremo en Wall-E (2008), con los habitantes del Axioma
sumidos en una vida tan remota que han perdido cualquier noción de la
realidad, al grado que, aunque pueden estar cerca de los demás
físicamente, ninguno de los humanos parece consciente del ambiente, las
personas o su propio estado de salud en un entorno tan estático como
conectado.
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