Se acabaron los pesticidas químicos más o menos eficientes eliminando bichos malos, y más o menos eficientes en no perjudicar en exceso nuestra salud.
El ranchero que trabaja estos campos de maíz ha dado con una solución más sencilla, segura y, quizás, más económica: abrasar directamente a los agentes patógenos rociándolos con lanzallamas de propano.
Lo único que parece importante es conducir el tractor a una velocidad adecuada; ni demasiado rápido ni demasiado lento. En el primer caso los bichitos pueden escapar con un bonito bronceado, y en el segundo podemos convertir las mazorcas de maíz en sabrosas palomitas prematuras, que tampoco es muy deseable.
A la velocidad adecuada, sanearemos la cosecha sin impedir su correcto desarrollo natural.
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