martes, 31 de marzo de 2015

Lámpara de radiografías.

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Nuestro hogar habla de nosotros. Cómo somos, qué consideramos importante y qué merece un lugar en nuestra vida. Yo, por ejemplo, tengo un piano que no sé tocar y que interrumpe el paso. Lo que el piano dice de mí es algo así como este tipo es idiota. Y eso es una información vital para cualquiera que entre en mi casa.

Ahora bien, a la hora de profundizar en la vida de cada uno, nada más revelador que una radiografía. O una colonoscopia. Pero prefiero las radiografías, son menos agresivas. Una lámpara hecha con radiografías cuenta mucho de uno mismo. Si no tiene ningún hueso roto ni malformación alguna, estamos hablando de una persona aburrida y gris, probablemente un contable o un profesor de autoescuela. Los huesos rotos nos mostrarán a un aventurero o un camorrista inútil, mientras que unas costillas con forma de pentáculo invertido nos revelarán que estamos en casa de un ministro. Si escupe bolas de pelo es el de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Si tiene la piel correosa apuesto a que estará en Economía o al frente de una asociación de amas de casa. O las dos cosas.

Lo que queda claro es que la lámpara de radiografías es genial y necesaria como carta de presentación ante otros y ante uno mismo, que a veces no sabemos quiénes somos hasta que nos vemos la médula espinal. Y eso es cierto porque lo leí en un sobre de azúcar.
Visto en Recyclart

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